Nunca prediques porque tienes que decir algo, sino porque tienes algo que decir.
Bendito sea el hombre que no teniendo nada que decir, se abstiene de demostrárnoslo con sus palabras.
La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy.
Sucede a veces que se discute porque no se llega a comprender lo que pretende demostrar nuestro interlocutor.
Pensar contra la corriente de su tiempo es heróico; decirlo, una locura.
