Nadie admira la celeridad, como no sea el negligente.
Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y que resisten la tentación de decirlo.
Los ratos de ocio son el tiempo apto para hacer algo provechoso.
Dos personas miran al exterior a través de los mismos barrotes: la una ve el fango y la otra las estrellas.
El talento es profundamente injusto: no se puede transmitir.
