La primera historia

Un blog debería empezarse sin hacer demasiado esfuerzo, bastaría con buscar unas palabras afortunadas o una broma literaria o una socorrida cita para la primera historia, publicarla y listo. Ya está, ¿funciona?, ¡perfecto!; pues a otra cosa, mariposa. Así lo hicieron los egregios Pedro Jorge Romero o fernand0 en los albores de la blogosfera.

Ahora está de moda el ¡Hola mundo!, sin buscar demasiado he encontrado decenas de enlaces a las primeras historias de bitácoras recién creadas con alguna referencia a esta frase. PS3 Blog lo hace así siendo consciente de lo manida que es ésta fórmula; o Eugenio Serrano que convierte en máxima mi intento no cumplido de haber sido breve en esta primera historia.

Hay a quien se le nota que va sobrao y abre su bitácora porque yo lo valgo, sólo con leer a Enrique Dans o a Álvaro de La cárcel de papel se entiende de lo que hablo. Ni que decir tengo que este tipo de autores suelen ser objeto de mi devoción y admiración. A mí me va a salir algo más parecido a Catorze.blog, que aderezó su historia inaugural con unos cuantos enlaces fruto del azar, porque al final todo este tinglado va de eso, ¿no?, del culto al hiperenlace como expresión de nuestra comunicación global; aunque, según he podido comprobar, la mayoría suele empezar sus bitácoras sin enlaces, como arkangel (y así aprovecho para mencionar a alguno de los consagrados de nuestra tierra).

La verdad es que habría preferido que mi primera historia hubiese sido como la de el factor humano tal y como recuerda su propio autor, pero ya es un poco tarde para eso.

¡Adiós mundo!. ¡Hola blogosfera!.

2 comentarios
  1. Javier Leiva
    Javier Leiva Dice:

    Sea como sea, la has hecho como has querido. Creo que eso es lo importante.

    Ánimo,

    Javier Leiva (el de Catorze.blog)

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    • manuel cillero
      manuel cillero Dice:

      Gracias Javier. Pues sí, es verdad. Parece que hoy por hoy escribir un blog sigue siendo de esas cosas que todavía podemos hacer como queramos, ¿o no?, porque ahora mismo se me vienen a la cabeza los convencionalismos sociales, la volatilidad de la libertad de expresión, el decoro personal o simplemente la autocensura.

      Aún así, he decidido yo y espero que siga siendo así. Bienvenido.

      Responder

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